Hace tiempo que quería incorporar al blog una historia escrita por mi que ofrezco a quienes quieren saber a qué me dedico.
Eran dos aprendices de “todo” los que allí se sentaban, uno frente al otro, buscando comprender los motivos que les hicieron llegar a estar allí, se miraban a los ojos momentos antes de emprender un viaje incierto pero que sin duda iba a ser el inicio de una nueva y próspera etapa. El azar y una serie de coincidencias hicieron que llegasen a esa sala, él acompañado de una pequeña bolsa de viaje repleta de papeles algo desordenados, unas fotos del pasado, su inseparable libreta dónde apuntaba cualquier idea que se le ocurriese y algún que otro objeto de poca utilidad. Ella se disponía a iniciar su andadura con una mochila que cargaba en sus hombros, muy resistente, de un tamaño que a simple vista no tenía mucha capacidad pero que con cierta habilidad era capaz de albergar las cosas más variadas. Ella había demostrado en otras ocasiones ser capaz de doblar muy bien sus pertenencias y encajarlas perfectamente en la mochila, era capaz de optimizar el espacio de forma admirable. Esa mochila iba cargada con infinidad de cosas, algunas de ellas muy pesadas. Eran todos aquellos objetos que la “pequeña Pinky” había ido recogiendo prácticamente desde su nacimiento.
Él, el Sr. Green, se había ofrecido gustosamente a acompañar a la “pequeña Pinky” de forma desinteresada, se creía en el deber de acompañarla, de darle conversación, de hacerle ver los paisajes maravillosos que se encontrarían por el camino, ayudarle a saltar las vallas o aclararle el sendero cuando la vegetación impidiese el paso.
Lo primero que hicieron fue determinar un destino que a primera vista era incierto, pero la “pequeña Pinky” lo tenía muy claro, estaba decidida a dirigirse a un lugar que ella, muy a su pesar, conocía bien. Planificaron las etapas del viaje y dispusieron una hoja de ruta para afrontar con éxito el viaje.
El destino, era un lugar oscuro y sombrío, desapacible y bastante sucio, dónde las cloacas de la sociedad desembocaban. Era un lugar en el que existían muchas ratas que se alimentaban de todos los desechos que la sociedad tiraba por las alcantarillas. Era un lugar sucio, poco iluminado, en el que si estás mucho tiempo te impregnas de un olor nauseabundo que no se te quita en mucho tiempo. A la “pequeña Pinky” le cambiaba el rostro cada vez que hablaba de aquel lugar, le producía tensión, escalofríos, temblores y un desasosiego que le afectaba a la salud.
Quería volver para recoger algo muy importante que había perdido en aquella cloaca. Unos meses antes, un ladronzuelo que merodeaba cerca de la “pequeña Pinky” urdió un plan para que le acompañase hasta aquella inmunda ciénaga con la excusa de ayudar a un hermano suyo que estaba enfermo. Llegados a una zona especialmente oscura, de la forma más cobarde, aquel ladronzuelo hizo una señal a sus cómplices para asaltarla, intimidarla y amenazarla mientras le arrebataban una medalla. Aquella era una pequeña medalla dorada, con unos poderes sólo percibidos por ella que le aportaban seguridad, que la protegían… una medalla que le permitía el acceso a los lugares más insospechados, con la que se servía para ayudar a los más necesitados, a los que les ofrecía ternura, amor y cariño. Era una medalla que le hacía sentirse valorada y que le daba sentido a su vida.
Para aquel viaje, el Sr. Green ofreció a la pequeña Pinky una brújula que tenía una cualidad que la hacía especial. Aquella brújula sólo marcaba el norte a quien la usase repitiendo unas palabras. El Sr. Green indicó que dijese en voz alta las palabras que estaban grabadas en la brújula, YO MARCO MI CAMINO, ME VEO EN ÉL Y LO VOY A CONSEGUIR, mientras visualizaba una imagen idílica de aquel lugar y la brújula le indicaría cual era el camino a seguir.
También le dio un llavero con muchas llaves de distintas formas, colores y épocas y le dijo que cuando llegase debería abrir una cerradura, no se sabe si de un candado, una pequeña puerta, una puerta de dos hojas… en algún sitio necesitaría de alguna de aquellas llaves.
Tras unos minutos de camino, en el inicio de una vereda frondosa por la que conseguían colarse los rayos del sol más madrugador, la “pequeña Pinky” decidió usar aquella brújula especial, y leyó las palabras grabadas en ella. Tras unos segundos de espera infructuosos comprobó decepcionada que la brújula no funcionaba y pensó que el Sr. Green era un farsante, que se había reído de ella. Su rostro se tornó decepcionado y sin mirar a su acompañante le ofreció la brújula con desdén.
El Sr. Green, le preguntó cuál había sido la imagen que había visualizado mientras pronunciaba las palabras… Ella relató la imagen lúgubre y repugnante del lugar dónde se dirigía, mientras el Sr. Green esbozaba una leve sonrisa que consiguió enfadar a la “pequeña Pinky”
– Debes visualizar el lugar al que nos dirigimos de forma agradable y placentera, transformar en tu mente ese sucio lugar en un lugar deseado por ti!!!!
Pinky cerró los ojos y volvió a probar notando un pequeño temblor producido por la brújula. Abrió los ojos asustada y viendo que la imagen en su cabeza era muy pequeñita decidió probar de nuevo con la imagen cada vez más grande y más nítida. La desconfianza dio paso a la curiosidad y tras varios intentos pudo comprobar como aquella brújula finalmente le indicó una dirección. La “pequeña Pinky” sonrió de oreja a oreja, se ajustó su mochila e inició la marcha de forma decidida sin esperar al Sr. Green que tuvo que dar varias zancadas para seguirla, mientras no daba crédito a aquella reacción tan enérgica.
Desde aquel momento el viaje se transformó en una aventura que los dos viajeros disfrutaron intensamente, transcurrió sin demasiados sobresaltos ya que la tensión inicial dio paso a una relajación que permitió disfrutar de la compañía, los paisajes y entablar conversaciones amenas y distendidas.
En uno de los parajes, la “pequeña Pinky” pidió descansar un rato para tomar aire y aliviar el dolor de espalda que estaba empezando a sentir. Después de unos minutos para recuperarse, sentados en una gran piedra que se asomaba curiosa al camino, el Sr. Green preguntó a la “pequeña Pinky” el motivo de aquel cansancio repentino. Ella sin decir palabra, rápidamente señaló con su dedo pulgar la mochila como origen del dolor.
– ¿Podrías mirar dentro de la mochila y ver si todo lo que llevas te es de utilidad para el camino…?
Sorprendida, decidió abrir y mirar el interior de su mochila. De las primeras cosas que detectó fue una cantimplora que pesaba mucho y que contenía un líquido pestilente. Era el mismo líquido que impregnaba el lugar donde se dirigían. Tras unos minutos evaluando la situación, pensó que nunca bebería de aquel líquido y decidió vaciar el contenido de la cantimplora e hizo un agujero junto al camino enterrando la cantimplora, seguidamente recogió algunas florecillas y las colocó encima del montón de tierra.
Sorprendida, comprobó que su mochila era mucho más ligera y le permitía avanzar con más confianza. Miró atrás y vio a un Sr. Green que se apresuraba a correr para alcanzar a su compañera que avanzaba como un rayo en la dirección que marcaba la brújula.
Tras varias horas, la “pequeña Pinky” reconoció el lugar por el que pasaban cuando se encontraban próximos al destino, y le resultó extraño no sentir aquel olor fétido que recordaba en aquel lugar. Su extrañeza se convirtió en incredulidad y sorpresa al comprobar al final del camino como aquel lugar odiado había cambiado su apariencia, y donde antes había una sucia cloaca, ahora abundaban las cascadas de agua cristalina, vegetación exuberante y una luz solar casi cegadora, tal y como ella lo había visualizado con la brújula.
En la zona más iluminada de aquel lugar, al otro lado de las cascadas de agua, pudo identificar un cofre dorado que resplandecía en medio de un prado. Corrió hacia él atravesando un puente de madera cercano, sin pensárselo dos veces se arrodilló, sacó el llavero y empezó a probar llaves impacientemente en la cerradura del cofre. Después de algunos intentos apresurados acertó con la llave y al abrirlo pudo ver su ansiada medalla. Emocionada, de sus ojos brotaron tímidas lágrimas que acabaron en la hierba mientras apretaba la medalla contra su pecho.
El Sr. Green había observado toda la escena mientras se acercaba lentamente hasta su lado, una vez allí sin dirigirse a la “pequeña Pinky” dejó caer un trozo de papel y se alejó lentamente con una sonrisa en la cara, mientras disfrutaba del paisaje y del suave sonido del agua.
Tras un rato, la emocionada Pinky se levantó con más energía que nunca, segura de sí misma, buscando en todas direcciones a su compañero de viaje el cual ya había desaparecido en el horizonte. A sus pies encontró el trozo de papel que tras abrirlo pudo leer:
TUS DESEOS SON ÓRDENES
He reflexionado sobre tu relato. Si lo he entendido bien pinky vuelve a un lugar que visitó en su pasado para recuperar algo que le da seguridad, su medalla. La historia tiene connotaciones del trabajo de un coach (le acompaña a donde pinky desea ir, le ayuda a pensar sobre aquello que le limita (¿Podrías mirar dentro de la mochila y ver si todo lo que llevas te es de utilidad para el camino…?), y también observo connotaciones que me resuenan más a la terapia (como es el hecho de volver al pasado para resolver algo que allí sucedió) o a la consultoría como cuando le dice: «Debes visualizar el lugar al que nos dirigimos de forma agradable y placentera, transformar en tu mente ese sucio lugar en un lugar deseado por ti!!!!»
Soy de la opinión de que todo lo que eres y todo lo que sabes suma si lo utilizas adecuadamente. Por eso no es una crítica, sino una observación acerca de lo que he observado en el relato. ¿Te refieres a que haces coaching para el empleo más orientación profesional? ¿qué valor es el que consigues aportar a tus clientes?
Enhorabuena por tus don para la comunicación.
Un saludo
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Hola Mari Carmen, esta es una historia que, salvando las distancias «literearias», sucedió en la realidad, aunque en este caso no entraba en el campo de la orientación laboral. Es cierto que en ocasiones las personas acuden con la necesidad de resolver, modificar, alcanzar… (llámalo como quieras) algo, llegan con historias no finalizadas que ejercen como lastre para mirar al futuro. En este caso era neceario enfrentarse a ese pasado que se presentaba en el futuro en forma de juicio.
Mi forma de entender el coaching en la mayoría de ocasiones es planteando un escenario desde el presente y mirando al futuro, ( en el ámbito de la orientación encaja bastante bien), pero como digo, en ocasiones considero interesante dar un paso atrás. No podemos negar que somos la consecuencia de lo que hemos vivido, tanto las personas con las que trato como yo mismo. A veces no se trata tanto de motivación como de generar ilusión.
Cuando te refieres a la consultoría, en ese caso existe una referencia a la PNL, (tratada por mi parte con mucho cuidado y de forma ciertamente lejana ya que me intenresan solo algunos ingredientes de ese magnífico plato).
Todo estos años en que he estado cerca de la orientación me he dado cuenta que el objetivo de de tod@s las personas con las que he tratado es el mismo, encontrar empleo. Sería un iluso si me centrase en la búsqueda de empleo de todas aquellas personas con las que trato profesionalmente, (a veces el resultado aparece muchos meses después) ya que tendría un alto grado de frustración. Lo que hago es tratar de optimizar los recursos de los que se dispone y tratar de iniciar un proceso reflexivo para determinar objetivos y la puesta en marcha de un plan de acción.
¿Eso es orientación profesional? ¿es coaching para el empleo? sinceramente no me importa el nombre.
Para los orientadores soy un farsante y para los coaches, (me miran con más respeto), soy un infiltrado. Creo en lo que hago, obtengo resultados, no prometo milagros prometo resultados después de un largo y duro proceso de desarrollo personal.
¿Que aporto a mis clientes? Soy una persona amable pero seria que evita preocuparse cuando no es necesario hacerlo, me implico como si me fuera la vida en ello. Buscar trabajo es algo serio que hay que hacer de forma amable y positiva y de eso muchas personas no son conscientes ya que el camino fácil es la queja. Todavía no te he respondido a la pregunta. Yo soy el encofrador de la obra, cimento las bases, utilizo un hormigón resistente sobre el que levantar el edificio de la búsqueda de empleo con el que conseguir resultados.
Muchas gracias por tu tiempo y tus palabras.
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