Ayer pude ver horrorizado como en las noticias de un canal de televisión, entre primas de riesgo, rescates y juicios escabrosos se colaba , cuando todavía estamos en verano, la campaña contra la gripe. Una de esas cosas que es al otoño lo que los turrones a la navidad, cada vez empiezan antes sus campañas.
Este episodio anecdótico, mezclado entre tantas noticias pesimistas y un comentario excelente de Mari Carmen Camacho Gil me hizo relacionar dos ideas sobre la realidad que vivimos.

Por un lado, la gripe, una vieja conocida del ser humano. Hipócrates hace 2400 años ya describió los síntomas. Pero no es hasta 1918-1919 cuando se produjo el peor brote de gripe de la historia, la conocida como gripe española. No os asusteis, se conoce por este nombre por ser España, un país neutral en la I Guerra Mundial, quien ofreció los datos más fiables de los efectos entre su población, mientras los contendientes ocultaron los datos. Se estima que murió entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo.
Me resultó inevitable establecer una relación entre ese virus contagioso, recordando esa pandemia mundial con nombre español y las emociones que, unas veces por suerte y otras por desgracia, también son contagiosas. Nuestras emociones y estados de ánimo se extienden como una mancha de aceite entre todos los que nos rodean y de la misma manera todo aquel que entra en contacto con nosostros nos impregna lo que transmite. En este caso, por fortuna, los contagios están en función del tipo de sentimiento, tenemos contagios negativos pero también pueden ser positivos, es igual de contagioso alguien enormemente triste como alguien tremendamente feliz y optimista.
¿Acaso vivimos una nueva gripe española? La situación internacional nos hace creer que unicamente España está contagiada economicamente, ¿es así? o ¿sucederá como pasó hace 94 años?
Volviendo a las emociones, ya que estamos debemos cuidar a los optimistas, alegres, satisfechos, amables, emprendedores, felices…. ya que todos ellos, por fortuna, son altamente contagiosos.
Esperemos que para ese virus del pesimismo y de los estados de ánimo decaidos pronto se inicie la campaña de vacunación, aunque sea verano…
Mi día a día me demuestra que los estados de ánimo son tanto o más contagiosos que la gripe. El desánimo, el pesimismo que nos rodea se extiende como la peor de las plagas. Estás en cualquier reunión (en un curso, en un trabajo en una tienda…) y una persona empieza a hablar, luego otra, y otra más, cada una contando algo más negativo que la anterior, parece como si estuviéramos a ver quién cuenta el drama mayor. Yo procuro, para contrarrestar, contar algo positivo, algo agradable, y, generalmente, consigo que acabemos con una sonrisa. Si todos/as hiciésemos lo mismo quizá invirtiéramos el «contagio» ¿no?, porque lo que está claro es que este desánimo que nos envuelve en nada nos va a ayudar.
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Muchas gracias por tu comentario Mª Fe. Una actitud positiva es la primera piedra para solucionar cualquier problema. Si nos dejamos llevar por el desánimo en cualquier ámbito de nuestra vida nunca conseguiremos nuestros objetivos.
Que suerten tienen los que te rodean de contar con alguien que transmite positividad.
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Gracias, Diego, lo mismo te digo.
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