Ayer domingo, a ultimas horas de la tarde, mientras todos esperábamos que irremisiblemente se certificase el cambio de semana y yo rendía mi culto semanal al programa Redes del genial Eduard Punset, me vino a la cabeza una conversación mantenida unas horas antes, como diría Eduard Punset «con mis amigos científicos», un matrimonio curtido en los laboratorios de medio mundo para el que la excelencia es su seña de identidad profesional. Tras esa conversación me vino a la cabeza un término que hace 22 siglos afectó a un colectivo de personas. En griego la DIASPORA διασπορά es ‘diseminación‘ pero se aplicó de forma especial ya en siglo III-II a.C. a la dispersión de los judíos que estaban fuera de Judea.
Hoy en día, en España estamos asistiendo a una nueva diáspora, LA CIENTÍFICA. En esa conversación, Bea y Nacho, me transmitieron su tristeza al ver las dificultades que entraña dedicarse a la ciencia y como un curriculum brillante es ignorado en la España de los recortes.
Observamos con asombro como desde las altas instancias, por un lado nos indican que las empresas deben ser competitivas para ganar nuevos mercados y generar empleo, mientras que limitan los recursos para la INVESTIGACIÓN y el DESARROLLO, que son los cimientos sobre os que se asienta la INNOVACIÓN para completar la famosa suma I+D+I

España está expulsando a todos esos GRANDES profesionales de la investigación que se han formado con recursos y fondos nacionales, en los que el Estado en su momento invirtió y que están llamados a ser los verdaderos artífices de los avances que harán a las empresas verdaderamente competitivas. Seguramente empresas americanas y alemanas serán las grandes beneficiadas de esta diáspora científica española ya que son paises que acogen con los brazos abiertos a los que en otros lugares se les ve como un gasto del que hay que prescindir y no como una inversión.
Dentro de unos años nos arrepentiremos del error y se constatará el corte generacional en el ambito investigador español.