Hace unas semanas, mientras preparaba las últimas sesiones de introducción al Coaching para empresas, trataba de captar imágenes que pusiesen de manifiesto qué es un proceso de Coaching. Durante unos días, recordé multitud de ejemplos que todos estamos hartos de ver y escuchar y en mi intención de ofrecer claridad en la exposición me resistí a quedarme en mi “silloncito de confort” e ir a lo fácil. Como suele pasar con las cosas interesantes, pasado un tiempo, casi sin querer, afloró un recuerdo de la niñez, que encajaba bien con lo que quería transmitir, un recuerdo que todos conservamos en un rinconcito, que todos podemos entender.
Recuerdo perfectamente la tarde en la que aprendí a montar en bicicleta. ¿Recuerdas ese momento de tu niñez? Seguro que si. Era una tarde soleada que invitaba a estar en la calle. El escenario era una tranquila calle cerca de El Vendrell, un pueblo de la provincia de Tarragona, que si algún día visitáis no podéis dejar de probar los “calçots”.
A mis amigos los veía como malabaristas montados sobre dos ruedas, sin esa pesada carga en forma de dos ruedas pequeñas que lastraban mi libertad. Me propuse como objetivo lo que más deseaba en ese momento, ir a dos ruedas. Era concreto, positivo, específico, dependía de mi y quería conseguirlo ya.
Se lo comenté a mi padre y me aflojó las ruedas pequeñas y yo comencé a tambalearme mientras avanzaba con la bicicleta, con la seguridad de tener un tope antes de caerme. Mi padre me miraba y me acompañaba al ritmo que yo marcaba, si yo avanzaba él avanzaba, si yo paraba él paraba. Al poco tiempo, me manejaba con cierta seguridad en aquel sistema que entre mi padre y yo habíamos creado, cuando eso sucedió mi padre consideró que debía aflojar algo más las pequeñas ruedas de las que pronto me despediría y siguió el mismo proceso hasta casi sin darme cuenta y no sin algún susto que otro pude comprobar sorprendido como mi padre me observaba desde la distancia sonriendo al ver que podía manejarme solo.
Mi padre estuvo a mi lado en todo aquel proceso, pero no fue él quien me enseñó a ir sobre dos ruedas, fui yo quien aprendió y es que al igual que sucede en los procesos de Coaching estas cosas no se enseñan sino que se aprenden.