Avanza por fin

En agosto del año pasado, fue cuando concebí una idea. Todo ocurrió cerca de las playas de San Juan, fue un encuentro fugaz, sin protección, fruto de mi loca promiscuidad de ese verano inolvidable durante unas jornadas tan intensas como atractivas en las que se desataron en mí pasiones y certezas. De aquel viaje volví extenuado y un poco aturdido. En mi interior se habían removido muchas cosas y necesitaba un tiempo para que todo se posase. Decidí incorporar nuevas disciplinas en mi maleta de conocimientos.
Conforme pasaban las semanas, se afianzaba aquella idea que tomaba fuerza sorteando, impedimentos, piedrecitas en el camino y algunas creencias limitantes internas y externas. Tomé conciencia de la trascendencia que tenía el proyecto que estaba en mis manos, trascendencia personal ya que a partir de entonces cambiaría mi forma de ver y relacionarme con el mundo, trascendencia profesional al cambiar mi posicionamiento y reorganizar la estructura profesional e incluso trascendencia social por ofrecer algo que creo necesario para la sociedad actual.
Aquel no fue un camino de rosas. Ese duro proceso de gestación, sufrió retrocesos, retrasos, reorganizaciones, errores… que no consiguieron parar el constante avance y que fortalecieron y mejoraron el fruto de aquel proceso, me hicieron perfilar mejor mis estrategias y crear unas bases más sólidas.

Fue un parto natural, sin cesárea, tras una gestación de seis meses. Ese proyecto pedía salir a la luz, buscaba respirar, crecer y desarrollarse. Todavía tiene la fragilidad de un recién nacido que se siente amenazado por casi todo, pero su progenitor usará uñas y dientes para protegerlo, pasará noches en vela cuidándolo, disfrutará de los buenos momentos y se contendrá en los malos, lo alimentará, lo cuidará como se cuida a un hijo, no descuidará su formación y sus valores inculcándole respeto, sinceridad y dignidad.

Espero que todos disfruten mi pequeño como yo.

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